Luchar para y a través de las (des)conexiones


Ante la fuerte demanda de ritmos hiperacelerados que exige el capitalismo para sostener sus procesos económicos, no sólo los espacios se alteran —cada vez hay más carreteras que conectan centros urbanos y, a su vez, desconectan a las geografías periféricas que desafían al modo de vida capitalista—, sino también nuestros cuerpos, nuestros ritmos, nuestras relaciones. Pensemos, por ejemplo, en cómo en la pandemia, pese a no trasladarnos largas distancias al respetar la cuarentena, aún así sentimos que nuestra mal llamada vida “privada” estaba siendo invadida por las exigencias laborales el home office. Trabajamos y estudiamos mucho más a lo que corresponden nuestras jornadas usuales y aún así nos sentíamos insuficientes en nuestras propios hogares.

El discurso de la hiper-productividad como una forma de ponderar el valor que merecemos como personas es resultado de la modernidad-capitalista que busca eficientar sus necesidades de velocidad a costa de nuestros cuerpos-territorios, porque sí, los ritmos hiper-acelerados también han creado el colapso ambiental. Ante esas exigencias estructurales, la lucha por la vida también implica una desaceleración de nuestros ritmos y retomar los descansos como parte de la actividad política. Frenar y desacelerar es parte de las acciones cotidianas subversivas que desafían a los ritmos del capital.

Fotografía de Thomas Hawk tomada al mural “Tiempo”. Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial 2.0 Generic (CC BY-NC 2.0)

Esa reapropiación de la gestión de nuestros tiempos también ha sido planteada en el ámbito digital desde América Latina al visualizar las exigencias por la conexión y la desconexión como luchas no separadas. Poblaciones como Villa Talea de Castro, Oaxaca, han apostado por construir sus propios medios de comunicación autogestivos desde y para la comunidad por medio de la red telefónica autónoma, pero también ejercen ese derecho de (des)conexión al poder decidir cuándo apagan la red que, en su caso, generalmente es cuando hay asambleas comunitarias. Alguna vez escuché del colectivo de Sursiendo que las ausencias también hablan de otras presencias.

Fotografía de la comunidad Villa Talea de Castro, Oaxaca, por Andrea Michelle. Licencia Creative Commons Attribution-Share Alike 4.0 International.

También existe el caso de la comunidad de Cerrillos, Chile. Google busca(ba) construir un Data Center que, desde una perspectiva acrítica, se podría ver a esa infraestructura para la conexión digital como un camino hacia el progreso —lo cual está profundamente ligado a la visión moderno-colonial de la productividad y la eficiencia de los ritmos—, pero en realidad se sostiene de prácticas extractivistas en el territorio chileno para el mantenimiento de los servidores. Dicho de otra forma, la relocalización del Data Center en Chile sigue lógicas extractivistas que afectarían a la distribución acuífera de la comunidad que de por sí ya es escasa. Por lo tanto, la comunidad de Cerrillos se ha levantado en resistencia para impedir esa construcción ¡La desconexión también es resistencia!

Aquí entra el valor del mediactivismo. La disputa de narrativas que permite este movimiento social permite desmitificar el ver a la conexión digital como una solución automática que consolida una organización militante, pues las desconexiones digitales también lo permiten porque luchan por otro tipo de conexiones no moderno-coloniales. Crear accesos libres y comunitarios no exige que sean bajo las lógicas de productividad hiper-aceleradas, sino que al ser colaborativas, permite que desde el proceso de creación exista un diálogo, justo como acá que podemos leernos sin prisas, sin el conocimiento privatizado bajo una producción cuasi industrial, sin necesidad de estar 24/7 conectadxs a la red. Es posible leernos, dialogar y estar presentes al respetar nuestros descansos políticos y desconexiones como parte de la resistencia a los tiempos hiper-acelerados.

A modo de recomendación —y para poner en práctica las herramientas que aprendimos— dejo un capitulo del podcast Afrochingonas sobre cómo el descanso es político porque nos permite desmitificar los ritmos del capital, pero también descansar es un privilegio porque no todo el mundo puede parar. Les recomiendo muchísimo escucharlas.


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